miércoles, 22 de abril de 2009

Hiberhistoria


He salido del curro y he ido andando desde la Calle Infantas a la estación de Metro Serrano para darme un paseo y allí he cogido el metro hasta Avenida de América y me he bajado para caminar otro poco.

Me he dirigido al supermercado (que se llama Hiber) y en la puerta estaba el negro que vende La Farola y me ha deseado buenas tardes, como a todo el que entra en el super, y me he dirigido a la taquilla a dejar la mochila que contiene un libro, un Ipod sin batería y un tupper con los restos del pollo con piña (que son muy pocos porque tenía mucha hambre y ha caído entero) y el vigilante con la cara de matón me ha vigilado.

Después he dado el paseo habitual por el super para descubrir grandes precios para mediocres productos. He cogido arreglo para el estofado y después de coger varias cosas y volver a dejarlas en su sitio, me he dispuesto a pagar.

He ido a una de las cajas donde estaba una señora y le he preguntado si estaba abierta y me ha dicho que sí y, entonces, cuando he puesto mi arreglo de estofado en la cinta, me ha dicho que estaba cerrada. Me he girado y había dos cajas con cola de gente y me he puesto en la fila de la que estaba más a la izquierda y he esperado. La mujer que había delante mía ha salido de la cola varias veces para completar su cesta de la compra y volvía y todos le hemos respetado el turno en silencio.

En la caja paralela un tío calvo de inclasificable edad ha sido muy simpático. Ha saludo a las tres cajeras; a la que me ha engañado diciendo que estaba abierta la caja, a la rusa de su fila y a la que me tocaba a mí. A la primera le ha dicho “hola qué tal, cómo va todo?”, con la rusa se ha puesto en ridículo dedicándole unas palabras en ruso que debe haberlas aprendido indagando en Google (el tipo no llevaba anillo y, sin duda, es la rusa la que más le gusta, aunque apuesto un brazo, y no lo pierdo, a que no le haría ascos a ninguna de las otras dos e, incluso, no le haría ascos ni al vigilante ni al vendedor de La Farola), y a mi cajera le ha dicho que le queda perfecto el nuevo corte de pelo, cosa totalmente falsa.

El simpático ha saludo, además, al vigilante que, como no puede ser de otra manera, no le ha devuelto el saludo. Su simpatía era totalmente agobiante, desmedida, sin la respuesta que el tipo buscaba, artificial…la chaqueta de chándal roja que llevaba tampoco ha ayudado mucho.

El simpático se ha ido y yo he pagado y le he dicho a la cajera que se quedase el cambio, que eran tres céntimos, que más que ayudar estorban.

Y en ese momento me ha venido a la cabeza una frase de una psicóloga que me dijo una vez que la vida es el infierno y que la muerte es el cielo, y en ese momento he entendido todo su significado.

He salido del super, no sin antes recoger mi mochila con mis cosas dentro y de recibir un nuevo saludo del tipo de La Farola, y me he dirigido a casa.

He saludo a Antonio el portero (que es del Este, pero dice que se llama Antonio), que me cae muy bien y, cuando he entrado en casa, me he abierto la antepenúltima cerveza que me queda para tomarla antes de empezar a cocinar y de terminar la limpieza que comencé ayer, y he pensado que el mundo tenía que conocer esta terrible historia.

Buenas tardes.

miércoles, 15 de abril de 2009

He Estado En La Estrella De La Muerte!!!


Quizá porque mi padre me llevó por primera vez en mi vida a un cine para ver La Guerra De Las Galaxias en 1977. El comienzo de todo un mundo de fantasía que dura más de tres décadas. El caso es que hay en Madrid una exposición, que casi acaba ya, y que trata de recoger los secretos de la saga. Así que decidí asistir.

He ido solo, y lo que preveía que sería una visita de 30 o 40 minutos se ha convertido en hora y media, y porque ya me han echado, que era tarde.

Cuando entras en el expo, ves que la primera estancia está dedicada a la galaxia donde se desarrolla toda la historia. Y no sabía yo que Naboo estaba tan retirado del centro. Está en el quinto anillo. La ostia de lejos.

Cuando ya estás en la sala principal es como si estuvieras en la nave donde se desarrollaban las primeras escenas de la película original. Las puertas de aquella nave te llevan a más habitaciones, cada una de ellas dedicada a uno de los principales planetas que aparecen en la serie. Lo mejor es que te reciben un C3PO de los utilizados en la película y un R2D2. Están metidos en unas urnas, pero me han arrancado una sonrisa nada más verlos. Viejos amigos, sin duda.

Además, en esa misma sala principal podemos ver dos vainas de gran tamaño, una de ellas la de Anakin.

Por supuesto que soy muy crítico con la segunda parte de la saga, pero hoy me ha encantado ver cosas de esas películas; el vestuario de Amidala, Darth Maul y su doble espada láser, las vainas que he comentado…pero nada comparable a poder ver el material de la trilogía original.

Trajes de los Stormtroopers, el gran Chewbacca, el cabrón de Bubba Fett, Joda y, como no, el maravilloso Darth Vader (el malo más molón del cine???...posiblemente!!!!). Que guapo verlos a todos.

Además de esto, mogollón de maquetas, storyboards, miniaturas, bustos…todo presentado de manera exquisita y con todo el rigor que merece la fantasía de Lucas y sus colaboradores. Varios proyectores te van desvelando detalles sobre cómo se rodaron escenas, cómo trabajan en plató, como lo hacen los maquetistas…una de las cosas que más me gustan es esa combinación entre artesanía y tecnología. Ver, por un lado, que con palillos de los oídos te llenan una grada de público presenciando la carrera de vainas, y por otro a los mejores animadores del mundo dándoles vida a Joda con los ordenadores.

Aaaayyy…cómo me he acordado del joven Darío cuando he visto todo esto. Lo que hubiera flipado la criatura. Encar y yo lo habríamos pasado en grande explicándole quien es Jabba The Hutt, Han Solo o los putos Ewoks.

Después de estar leyendo, escuchando las músicas y viendo todas estas frikadas, sales por un pasillo lleno de XBOX con juegos para probarlos, y luego la tienda. El merchandising era bastante pobre, no sé si porque ya se llevan la exposición y no lo han repuesto, o porque han traído poca cosa.

Además, hay una Escuela Jedi para críos, a los que enseñan a manejar un poco la espada y donde tienen la oportunidad de enfrentarse a unos Sith. Un Darth Vader, con sus cláscos problemas bronquiales, da un buen susto a los críos. Algunos, impresionados, deciden que no quieren pasar miedo y abandonan la Escuela antes de que acabe la clase.

En fin, que te lo pasas de miedo y que ardo en deseos de volver a ver (ni idea de cuántas veces van ya) las películas. Ojalá las saquen pronto en Blu-ray y tenga cuartos para pillarlas.

Gran tarde.

sábado, 11 de abril de 2009

Una Noche Con...AC/DC


Era el día 1 de abril por la noche cuando recibí la confirmación de Malcom de que no iba a ir a ver a AC/DC. El concierto era al otro día, y yo no había conseguido entrada hacía unos meses, cuando salieron a la venta y duraron unas escasas dos horas, entre escándalos de las condiciones y de la cantidad real puesta a la venta al público que no tenemos enchufes en El Corte Inglés. Una serie de causas personales hacían que Malcom tomase la decisión de no acudir a Madrid desde Alicante. Me dijo que prefería que un conocido fuese a disfrutar del concierto, antes que hacer negocio con la venta de la entrada. Y eso le honra, porque claro que podía haber hecho negocio.

Así que, sin ya esperanzas de volver a ver a los australianos, de la noche a la mañana me encuentro con que tengo entrada.

El día del concierto, en el trabajo ya estoy un poco nervioso. Ya he visto algunos conciertos, pero AC/DC son y serán siempre algo muy especial. Las horas en el trabajo pasan un poco más lentamente de lo habitual, pero por fin llega el momento de salir. Directamente, me dirijo a la zona del pabellón. Allí he quedado con Montse que me trae la entrada desde Alicante. Nos encontramos, le invito a una cerveza y le pago la entrada. Estamos en una terraza sentados con toda la legión de amigos de ella, cuando por fin aparece Xailor en escena. Había quedado con él, ya que hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Me junto con su grupo y vamos a beber unas cervezas mientras nos ponemos al día de cómo han ido desarrollándose nuestras vidas.

A todo esto, las colas para acceder al pabellón son inmensas. Parece que vayamos a tardar varias horas en entrar, aunque en el momento de la verdad la cosa va bastante más fluida. En la cola habíamos caído en que mi localidad estaba en la parte de arriba del pabellón, mientras que las de Xailor y los suyos estaban en la grada, pero a pie de pista, enfrente del escenario.

Tras el enrolle de un portero, y el engaño a otro, consigo quedarme en la misma zona que el resto de expedición, y pocos minutos después de acomodarnos, empieza el espectáculo. Arrancan con Rock And Roll Train, el single de Black Ice, un álbum más que respetable, teniendo en cuenta lo alto que está el nivel de publicaciones de la banda. Al primer acorde, ya se sabe que el público está totalmente entregado y que, pase lo que pase, van a salir triunfadores. Por cierto, el público es de lo más ecléctico; desde quinceañeros a las dos abuelas que me encontré en la barra y que ya los habían visto en dos ocasiones anteriores. Hell Ain´t A Bad Place To Be y Back In Black, son las siguientes piezas. Para mi gusto, el sonido es horroroso hasta ese momento, pero poco parece importarle a nadie. A partir del tercer o cuarto tema la cosa mejora un poco. Big Jack (también del último), Dirty Deeds y Shot Down In Flames serán las siguientes en caer. Thunderstruck, Black Ice, The Jack y Hells Bells (con el obligado momento campana de Brian) irán después. Shoot To Thrill (una de mis favoritas), War Machine y Anything Goes (la mejor con diferencia del último disco) nos pillan entre el aseo y la barra, pero llegamos a tiempo de disfrutar You Shook Me All Night Long en todo su esplendor. Para mí fue la gran canción de la noche. La brutal Whole Lotta Rosie y Let There Be Rock ponen punto final al concierto en sí. Faltan los bises. La mágica Highway To Hell y el imprescindible final de For Those About To Rock.

En medio de todo esto, el solo y el striptease de Angus, evidentemente. Sobra también mencionar el espectacular montaje de luces y efectos que lleva el grupo.

Yo los había visto en el 91 en el Estadio Olímpico de Barcelona (les teloneaban los entonces inmensos Metallica, que hicieron un concierto tremendo que podía mirar cara a cara al de AC/DC), y 10 años después en Madrid (unos días antes de que ardiese el pabellón, creo recordar). Y he de confesarles que esta es la vez que menos me impactaron. Primero porque las circunstancias en las que había conseguido la entrada no me agradaban. Sé que Malcom es un gran seguidor de la banda y no me hacía gracia quedarme con su entrada, sabiendo que él no los vería, con el gran esfuerzo que a buen seguro le costó conseguirla. Segundo porque el sonido no me agradó. La otra vez que los había visto en pabellón fue la ocasión que más disfruté con ellos. Tampoco me gusta que un grupo o artista tenga ganado al público desde el minuto 0 (ya me ha pasado con Waits y con Springsteen, por poner un par de ejemplos). Eso hace que cualquier detalle aparezca sobrevalorado y parece que si algo no te gusta eres un raro o un exigente caprichoso. La cero posibilidad de improvisación (por mucho que los llamen, ya se sabe que For Those es el último tema de la noche). Y, especialmente, la sensación de que es la última vez que los veo en directo y que no estaba conmigo Encar.

No saquen falsas conclusiones, no es que no me gustase, pero tampoco entiendo mucho todo el revuelo que ha ocasionado esta visita de los australianos. Y si ven las crónicas, no aparecerá ni un pero, ni una sola crítica al sonido…en fin, que todo es demasiado perfecto, cuando en verdad no lo fue.

Así que me quedo con mis momentos impagables (poder ver de nuevo a Angus en un escenario, jalear algunos himnos que son legendarios dentro del Rock And Roll desde hace ya muchos años) y con la alegría de poder decirles adiós y darles las gracias por tantas horas de emoción y diversión que me han dado.

Larga vida a AC/DC y a su impagable legado.

La Conquista De La Pérfida Albión (V)


El último día lo reservamos para el British Museum y una nueva vuelta por Carnaby Street para que yo me pillase la frikada del viaje; unas Converse de Black Sabbath que quitan el hipo. Mig*21 había abierto la veda con la compra de unas de Grateful Dead, y yo le copie la idea.

Fue esa mañana la única que nos obligó (santa obligación!!) a refugiarnos en un pub por causas metereológicas. Apenas unas gotillas, pero suficiente razón para explorar otro pub. El resto de los días no cayó ni una gota.

Respecto al British hay que decir que irrita bastante. Lo que hay ahí metido es de una belleza sublime, pero es en este edificio donde la palabra expolio alcanza todo su despreciable significado. El friso del Partenón, los tesoros egipcios, el mismo pedrolo Roseta…cuando admiras todos estos objetos maravillosos, no puedes dejar de pensar en sus lugares de procedencia y en la injusticia de que permanezcan en ese lugar.

Esto me lleva a una reflexión que siempre me ha inquietado. ¿Cómo ha conseguido un pueblo como el británico ser durante tanto tiempo primera potencia mundial y siempre un referente con grandísimo peso internacional? Me parece de gran mérito que viniendo de un lugar tan especial como las islas, con las desventajas y las ventajas que eso ha supuesto, hayan estado siempre tan presentes en el concierto internacional.

Y claro, ese aire de metrópoli mundial lo tiene la ciudad y se nota mucho. Yo soy un gran amante de las urbes, y respecto a Londres he de decir que al principio no me enganchó mucho, pero que cuando concluyó el viaje me di cuenta que me había fascinado en mucho aspectos.

Hay que ir al menos una vez, vaya.

Ya cuando nos marchábamos, en el aeropuerto tuve la última. Me pararon un guardia y una guardia y se me quedaron mirando y repitiendo el nombre de la marca de mi jersey; Yellow Rat Bastard. Yo no sé qué tipo de connotaciones tendrá la maldita frase, pero pareció no hacerles ninguna gracia. Así que decidieron que me tenía que quitar los zapatos y pasarlos por los rayos X, después del pertinente cacheo.

El vuelo de vuelta fue bastante rápido, hasta el punto que el piloto se permitió vacilar por megafonía porque habíamos llegado con bastantes minutos de adelanto.

Y eso, muy por encima, fue todo. Me quedan muchos detalles, bromas y situaciones que relatar, pero creo que ya se hacen una idea aproximada de como fue la cosa. Una ciudad espectacular y una promesa en voz baja de que hay que volver.

Pero, tenemos tantos sitios que visitar y tan poco tiempo y dinero para hacerlo, que ya veremos cuando se puede repetir ese regreso a Londres, eterna capital de varios mundos.

La Conquista De La Pérfida Albión (IV)


Ya estamos en el cuarto día de viaje.
El cansancio empieza a notarse, máxime si las condiciones de reposo nocturno no son precisamente las ideales. No obstante, la ilusión y el querer aprovechar lo poco que queda ya de viaje, hace que los cuerpos se muevan y nos plantamos en Camden Market.

Desde luego, la fama que precede al mercado es bien merecida. No obstante, me cuentan quienes lo han conocido años anteriores, que no es tan sumamente impactante como antaño. Para los profanos, es un espectáculo en sí mismo tanto movimiento de gente y tanta variedad de ofertas. En ese mercado hicimos algunas compras importantes; pero sobresalió especialmente una chupa de cuero para Encar (que le queda de fenómenos).

No encotramos en este mercado a ningún grupo tocando tan vacilones como los Hightown Crowes, que es un trío que conocimos en Portobello y a los que les compramos el CD que vendían. Una suerte rockabilly con toques a lo Waits que nos alegró la mañana del día anterior.

Lo que pasa es que tanto este mercado como el de Portobello están llenos de españoles. Y no es por nada, pero gritan de la ostia en cada lugar que te cruzas con ellos. Si alguien grita en el metro; es español. Si un grupo alborota en el mercado; son españoles. Al menos esas situaciones se nos fueron repitiendo a nosotros con bastante asiduidad.

Volvía a saltar por los aires el mito de la poca hospitalidad inglesa (el que también había muerto era el de su metro. Que sí, que es muy grande, pero mucho más incómodo que el de Madrid, y 4 veces más caro!!!), ya que fue en este día cuando Pichón se consagró como el relaciones públicas universal. Se hizo amigo de un húngaro en un bar del mercado y luego, ya de noche, se echó unos dardos con el camarero asiático del Horseshoes Inn. Contra todo pronóstico, le ganó y consiguió que éste le invitara a una pinta de Guiness. Además, eso sirvió para que un hincha del Totenham, que antes había palmado con el camarero, le cogiese cariño y estuvieran charlando acaloradamente un buen rato. El hooligan del Totenham terminaría cantando el himno del Barça con nosotros. La despedida del Horseshoes Inn fue bastante emotiva.

Nos conocíamos de cuatro días, pero eso sí, no fallamos ni uno.

lunes, 6 de abril de 2009

La Conquista De La Pérfida Albión (III)


El tercer día decidimos que podríamos visitar algún museo (siempre con la premisa de no guardar colas excesivas, pues en ese caso preferíamos pasear por las calles londinenses) y nos decantamos por el Museo de Historia Natural.

Tiene mucha fama, pero quizá lo que más me llamó la atención fue la sala en la que tienen diferentes especies para comprobar su tamaño, y entre ellas destaca esa ballena azul gorda como ella sola. Tanto que comparé mi peso con ella en una báscula que echa cuentas de cuántas veces son más pesados que tú algunos animales. Y no ganó por tanto como me hubiera gustado.

Tambén me gustó la estatua de Darwin y el profundo respeto que se le manifiesta desde el museo, máxime en este año de aniversarios.

Lo más bonito del museo, sin embargo, creo que es el tronco gigantesco de una preciosa secuoya milenaria y de muchos metros de diámetro, en la que vienen señaladas en los anillos de la misma, las fechas de algunos acontecimientos históricos importantes que vivió el tremendo árbol (descubrimiento de América, Lutero, el gol de Koeman en Wembley…). Además de eso, el edificio en sí es muy bonito, y al estar ideado desde un principio para albergar el museo, tiene infinidad de detalles en su arquitectura y ornamentación de temas naturales. Muy bonito, la verdad.

Después de eso fuimos a Hyde Park, Y sí, es cierto que hay ardillas. Además de eso, la ciudad goza de un buen pulmón para que no mueran sus habitantes por exceso de contaminación. Al menos no masiva e inmediatamente. Bien cuidado y con mucha gente disfrutándolo.

De ahí marchamos a Portobello Market. No estaba mal, pero lo mejor era su ubicación. A estas alturas del viaje aún no había adquirido ningún vinilo, y eso no podía seguir así. Así que cayó una edición preciosa de “Quadrophenia” de The Who del 73 con el libreto original. También un álbum de The Smiths (“Boyfriend In A Coma”) de increíble vinilo dorado-transparente. Lo de pillarme esos vinilos de ambas bandas británicas en las islas me hacía especial ilusión. También el “Gonna Ball” de Stray Cats y un single de ellos colaborando con Dave Edmuns. El Pichón me regaló un single de Kiss con “Hard Luck Woman” y mi canción favorita de los neoyorkinos como Cara B; “Mr. Speed”.

Acabamos la noche, una vez más, en el Horseshoe Inn. El camarero de ascendencia asiática ya se reía cuando nos veía entrar al local. Nosotros seguíamos fieles a nuestra pub favorito.

Tras unas pintas y ya en casa, el decojono fue máximo cuando le descubrimos a Pichón la escena del combate en el Coliseo romano en “Way Of The Dragon”entre Bruce Lee y Chuck Norris. Ya no tanto las ostias que recibe Norris (que mola mucho) sino cuando el gran Lee le arranca los pelos del pecho a Chuck, para luego despreciarlos con un soplido que ya es parte de la historia del cine.

Una imagen digna para cerrar otro día de paliza londinense.