lunes, 22 de junio de 2009

La Argentina


Desde mi segunda llegada a Madrid he cambiado algunos hábitos.

Parte de culpa la tienen los vaivenes de la vida, que han desplazado fuera de la capital a la mayoría de mis amigos. Y, por otro lado, porque al cambiar de trabajo y lugar de vivir, cambias también de recorridos, tiendas y bares.

El caso es que casi todas las mañanas me tomo un café en La Argentina.

La Argentina es un pequeño bar que está en la misma calle que la oficina. El sitio lo descubrimos Encar y yo cuando buscábamos casa lo más cerca posible del lugar de trabajo.

Estamos hablando de la Calle Infantas, paralela a la Gran Vía, en el Barrio de Chueca. En nuestra búsqueda, decidimos en un momento dado refrescar nuestros gaznates y dimos con el sitio.

Después de aquel día, cuando empecé a trabajar y, como tengo la extraña e insana costumbre de llegar unos minutos antes de mi hora, suelo visitar este lugar. Más que nada porque desde el principio me gustó su sencillez. Bar de los de toda la vida, muy pequeño, en el que incluso para entrar al aseo tienes que pasar por la barra, lo que hace que casi nadie lo utilice (yo lo hice el primer día, pero después de experimentar la dificultad de la maniobra que supone miccionar en este bar, mejor te aguantas y lo haces en otro sitio).

¿Qué hace de este local un lugar agradable? Básicamente la pareja que lo regenta. Por un lado ella (Amalia), que es simpática y que al segundo día ya recuerda qué es lo que te gusta tomar. Me llama siempre “majete” y de vez en cuando busca complicidad con la mirada cuando discute con su marido. Le he visto regalar comida a gente que ha entrado en el bar y también he visto como un tío pedía un café con leche y recibía una llamada de teléfono y entonces Paulino (el marido de Amalia) pedía votación a los que estábamos en el bar para ponerle la leche caliente, templada o fría, a la vez que explicaba que “en este bar mandamos todos!!”.

La decoración también es digna de mención. Gracias a ella he descubierto que sienten devoción por “Don Cascorro”, el vaquero que compra y vende tebeos en El Rastro, además de novelas, cuentos y álbumes de cromos desde 1975. Recoge incluso a domicilio, y se mueve a pueblos si es necesario, o al menos eso reza la publicidad. Como bien indica su nombre, va vestido de “cowboy”. Al principio pensé que era el propio Paulino, pero luego he descubierto que el personaje se llama Jesús y que es mensajero.

Amalia también tiene su sitio en las paredes de tan elegante sitio. Ella ha ganado concursos de croquetas y hay una fotocopia de una foto suya sentada en un taburete con una croqueta en una mano y un plato repleto en la otra. Amalia se preocupa porque una muchacha que trabaja en un supermercado de enfrente no coge las vacaciones que le corresponden. Ella es la encargada de llevar los cafés para las del súper y no le ayudan las compañeras. Además, a Amalia no le molesta que los gays se metan mano en su bar, pero que no sea a las 9:00 de la mañana, que sea por la tarde, que en ese momento hay gente que entra a trabajar. Esa explicación se la dio a una pareja que incluso terminó disculpándose ante ella, para mi asombro.

Otro personaje que frecuenta el bar es una señora muy gruesa que duerme en la calle. Paulino y Amalia le dan de desayunar fiado. Al cabo de los días, la indigente le paga los atrasos y vuelve a dejar una púa, a cambio de escuchar los consejos de los dueños pidiéndole que tenga cuidado y que no se lo gaste todo en coñac y tabaco.

Es casi plantilla en el bar un hombre sesentón que fuma pitillos pero que nunca toma nada. Les trae la prensa y suele indignarse cuando cuenta en voz alta que algunas personas van a su quiosco y le piden un ejemplar de prensa gratis de esos que dan en el Metro, que es su máxima competencia, claro.

Y más o menos así parecen pasar los días en La Argentina. No he explorado su fauna de tarde, pero seguro que es tan rica e interesante como la matutina.

Mañana volveré a ir y me volverán a preguntar si la leche caliente y diré que sí aunque sé que se pasan y aquello no hay quien se lo tome hasta pasado un tiempo, y permaneceré en silencio casi todo el rato solamente observándoles y mirando de vez en cuando el debate que siempre tienen puesto en la tele.

Como decía Rosendo, de andar por casa.

domingo, 7 de junio de 2009

Y Otra Noche Con...AC/DC!!!


Bueno, pues parece que soy un suertudo en toda regla.

Recuerden que hace unos pocos post les decía que había tenido la oportunidad de despedirme de la banda australiana, gracias a que mi amigo Malcom me había proporcionado una entrada la noche antes del concierto.

Pues esta vez la cosa ha ido aún más lejos. Cuando el pasado viernes salía del trabajo rumbo a la academia donde intento aprender MAYA 2008, recibí una llamada telefónica de Castillo, que me decía que me regalaba una entrada para el concierto de esa noche de AC/DC en el Estadio Vicente Calderón, en compañía de él y de Popper (famoso vividor de Aguilar De Campoo, toda una institución en la noche madrileña). Yo no podía creerlo y, además, sabía que esa entrada tenía otro nombre en un principio, así que con la clase que me caracteriza le dije a Castillo que se tomase un tiempo para ofrecerla de nuevo, venderla o lo que fuese necesario. Y le di un par de horas.

Pero cuando volví a tomar contacto con él, la cosa seguía igual y ya no tenía demasiadas excusas para no acudir. Así que me vi obligado a aceptar la invitación. Vaya sacrificio, eh?

Y fue la ostia. Todo. El ambiente reinante, la compañía…el espectáculo está mucho más concebido para los estadios, y se nota que se amolda mucho mejor que a los pabellones. Empezando por el sonido, que bajo mi punto de vista fue mucho mejor que el de hace unas semanas. El despliegue de luces, fuegos artificiales y demás efectos es también más exagerado, más espectacular. Pero la actuación en sí no varía prácticamente nada. Es marca de la casa que AC/DC ofrezcan el mismo espectáculo en todos sus conciertos. No hay espacio para la improvisación. Y hay gente que critica esto. Particularmente no me importa demasiado, porque lo que quiero es ver a Brian romperse la garganta, a Malcom Young ejerciendo del rockero-motor de gasoil que es (nos reímos mucho Castillo y yo con esto, pues llevamos décadas viéndolo actuar y nunca ha cambiado de gesto, actitud, ni de velocidad). De hecho, calcaron el set list, si exceptuamos la inclusión de “Dog Eat Dog”.

Y qué más da, digo yo. Sabemos que tienen los días contados (recuerden que yo ya lloraba con no poder verlos de nuevo en la anterior crónica). Claro que me gustaría escuchar “Can I Sit Next To You?” o “Ride On” o “Touch Too Much” o “It´s A Long Way To The Top”, que podrían ser mis favoritas de ellos, pero no seamos unos tristes quejicas y disfrutemos con lo que aún nos dan, que es mucho.

Momento estelar, de nuevo, para mí fueron la salida a escena del grupo, los temas “Dirty Deeds” y “You Shook Me All Night Long”, el solo de guitarra de Angus (lo disfruté más que en el pabellón) y la buena atmósfera que se respiró en todo momento.

Grandes, muy grandes. Más que un concierto, un espectáculo musical.

No tengo más que palabras de agradecimiento para Castillo por haberse acordado de mí, y darme la oportunidad de verlos una vez más. Y mi admiración por Popper que chuleó a los gorilas de la puerta y en unos pocos nanosegundos ya estaba en la pista, cuando él tenía entrada de grada.

Les cuento, por último que, creo que durante el solo de Angus, perdí en algún salto el móvil con su correspondiente agenda de teléfonos. Escaso precio para una gran noche, aunque es una putada, por supuesto.

Cuando salimos del Calderón, Popper y su cuadrilla se marcharon a una fiesta en casa de alguien, mientras que Castillo y yo nos tomamos unas cervezas más para recordar tan memorable noche y tantas otras más.

Salud y Rock And Roll.

viernes, 5 de junio de 2009

Social Distortion Y Buena Compañía


Aún tengo cosas que arreglar, como este pelo a lo Michael Landon en “Autopista Hacia el Cielo” que llevo ahora mismo, pero lo más difícil parece estar hecho. Naturalmente, estoy hablando de mi crisis de los 40/50. Gracias a que estos últimos días hemos estado muy junticos la Encar y yo y gracias al concierto de anoche, creo que voy superando este bache.

Porque sí. Anoche fuimos Dioni y un amigo suyo y Bocinante y yo a ver a los Social Distortion, que celebran 30 años en la carretera. Solamente los había visto una vez, hace unos años en el mejor Azkena Rock Festival que mi mente recuerda. En aquella ocasión, para mi gusto, les ganaron la partida Queens Of The Stone Age, pese a que prefiero a los Social.

Ahora quería verlos en sala, a ver qué tal defendían la tremenda colección de canciones que nos han ofrecido estas décadas, y soñaba con un concierto brutal. La verdad es que la cosa se quedó a medio gas, como en aquella ocasión en el Azkena. Pero la parte de culpa de ellos es que solo tocaron una hora y veinte minutos, que nos supo a poco. La otra gran razón para que no haya sido el concierto de nuestra vida es, una vez más, el sonido. Parece que hayan desaparecido de la faz de la tierra todos los grandes responsables de sonido de los conciertos. Algún extraño virus ha acabo con ellos.

De todas formas, el concierto lo disfruté mucho. Faltan canciones en el set list, pero no sobra ninguna. El problema es, insisto, en que tenían que haber hecho cinco temas más y la nota habría subido muchísimo.

Es curioso este Mike Ness, el líder de la banda. El tipo ofrece esa imagen de que cuando tú ibas él ya volvía, y es cierto que eso llena ya gran parte del escenario (para mí es el Marlon Brando del Rock And Roll). Un vacilón con clase. Uno de los problemas del sonido fue, precisamente, la voz. Si reconocemos que no es el mejor cantante del mundo y encima el técnico no consigue sacarle fruto, pues tenemos un problema. Pero bueno, insisto en que me gustaron mucho, pese a que uno puede llegar a pensar que estos tipos pasan de demostrar lo buenos que son.

Estuvimos fuera de la Rivi (le estoy perdiendo fe a esta sala) un ratillo tomando unas latas de Fanta (o era cerveza?) y cuando entramos a la sala ya habían terminado todos los teloneros (nos perdimos a Sex Museum, una putada. Hay una extraña maldición con esta gente. Son de Malasaña pero, por una razón u otra, nunca los he visto en Madrid). Había bastante gente pero se estaba cómodo. Acudió un montón de híbridos entre punks y rockers, y el nivel de tatuados era elevadísimo. Y salieron a romper. Con los tres primeros temas se ganaron ya a la gente, que tampoco sería demasiado exigente durante todo el bolo. Ness, sin necesidad de sudar como Camacho en Corea, se lleva toda la atención y podemos decir que va sobrado.

Van sonando los temas (Don´t Drag Me Down, Highway 101, Story Of My Life, Sick Boys…) y soy de los que piensan que ésta es de las pocas bandas que tienen lo mejor de su discografía en los últimos tres discos, no en los primeros, y me da un poco de pena que no expriman más esos trabajos (echo de menos especialmente la canción “Angel´s Wings”, mi favorita de ellos), pero pienso, una vez más, que no sobra nada.

Estuvimos ladeados en un principio, pero enseguida nos movimos hacia el centro de la pista, buscando mejores sonidos. Algo mejoramos, desde luego. Bocinante se despidió de nosotros para ir a bailar unos pogos, que llevaba exceso de energía y quería quemarla. Volvió sano, salvo y sudado.

Y cuando mejor estábamos, la cosa se terminó. Es una pena, pero me quedo con haber tenido oportunidad de ver a tan magna banda en una sala. Y mira que yo les empecé a prestar atención hace unos 6 años o así solamente, pero me flipa este grupo. De mis favoritos.

Así que, Rock And Roll, elevación del estado de ánimo y promesa entre Dioni, Boci y yo de que tenemos que retomar (¿alguna vez lo hemos dejado?) el tema conciertero, que nos mola y que lo echamos de menos.

Ese es el propósito.