miércoles, 25 de agosto de 2010

El Libro de Jobs

Al final he caído.

Trabajo rodeado de verdaderos frikis de la tecnología, y suelo reírme de sus caprichos, pero esta vez tengo que tragarme mis palabras.

He caído como un cabrón.

Sí, han acertado: he comprado un IPad. Uno de esos IPhone gordos sin teléfono ni cámara que presentó hace unos pocos meses Steve Jobs. He comprado el modelo WI-FI de 32 gigas. He pasado de los modelos 3G, demasiado caros y no tan interesantes si ya tienes WI-FI en casa.

No, no es para mí.

De hecho, el aparato se quedará en Murcia con la Encar, que será la feliz dueña del chisme, y yo seguiré pasando la mayor parte de la semana en Madrid.

Pero estuve viéndolo, estuve estudiando sus prestaciones, su comodidad, su navegación, sus posibilidades, su utilidad para una persona como Encar…y al final me encajó todo tanto que no he podido esperar a que sea su cumpleaños para comprarlo.

Hoy se lo entregaré.

He estado dos días llenándolo de contenido para familiarizarme con el funcionamiento (he metido libros, juegos, aplicaciones, música, películas...) y aprovechando que en la oficina hay gente verdaderamente experta en el mundo de Apple, que me han aconsejado sobre aplicaciones, formas de uso, etcétera.

Yo creo que ella lo utilizará para consultas de Internet (su ordenata está ya bastante cascado, además de ser mucho más aparatoso que la tableta), para lectura (hace tiempo que la oigo hablar cuando duerme de los lectores de libros tipo Kindle de Amazon), para tener las fotos mucho más a mano (es tremendo cómo trata las imágenes este chisme), podrá ver también películas en sus guardias de 24 horas y, por supuesto, jugar y aprovechar otras de las muchas utilidades que tiene.

No, no es algo que nos hiciera falta, y ya sé que es digno del mayor de los caprichosos, pero me va a encantar verla trasteando el aparato este.

A ver si le gusta.

lunes, 23 de agosto de 2010

El Último Catón

No he leído ni Los Pilares De La Tierra, ni El Código Da Vinci, y nunca me han atraído esos best-sellers especialmente, pero sabía que había una respuesta hispana (en realidad es anterior a El Código Da Vinci) a este tipo de literatura de la mano de la alicantina Matilde Asensi.

Tampoco he cultivado, más que nada por gandulería, el género de novela histórica, aún reconociendo que me siento muy cómodo leyendo este tipo de literatura.

Pero el caso es que estábamos viendo libros la Encar y yo apareció El Último Catón y la ella me dijo que me lo pillase que seguro que me iba a gustar.

Y vaya, ha sido mi lectura de estas breves vacaciones y he de admitir que lo he disfrutado mucho.

La Asensi se sabe documentar muy bien y, sobretodo, sabe cómo conseguir que la lectura sea amena, que te den ganas de consumir unas páginas más y que si cierras el libro es porque ya son las tantas de la madrugada y te estás cayendo de sueño.

La historia, sin ánimo de reventársela a nadie, es la de un sorprendente grupo de investigadores formado por una monja (sí, han leído bien) paleógrafa, un capitán de la Guardia Suiza del Vaticano y un profesor del Museo Grecorromano de Alejandría.

Están desapareciendo los restos de la Vera Cruz y hay muy pocas pistas por las que comenzar a investigar.

En fin, que paso de contar nada más.

Me limito a recomendar el libro, pues es un buen ejemplo de obra agradable de leer, dinámica y muy entretenida, pero no exenta de calidad.

Bravo por la literatura.

PD: Existe una edición muy chula que contiene el mapa del recorrido que hacen los investigadores.

viernes, 6 de agosto de 2010

Joven Rebelde, Coca Cola Te Comprende


Los que me conocen saben que cuando la tomo con un disco soy capaz de escucharlo 10 veces seguidas y me quedo tan ancho.

Hace tiempo que he rebajado mi nivel de consumo de música. No, no es que me guste menos ni nada de eso, pero es cierto que escucho algo menos las novedades y, sobretodo, no vivo obsesionado por escuchar el máximo número de discos, cosa que me agobia. Es algo parecido al que tiene 200.000 juegos en el PC o varios millones de películas y no reconoce que está desbordado. Hay discos que sigo escuchando semanalmente desde hace años, o de repente me da por un grupo y solamente escucho cosas de ese grupo durante semanas.

En fin, que se me amontonan los discos nuevos y les voy dando salida poco a poco, con la consecuencia de que cuando los escucho ya no son tan nuevos.
Voy a mi ritmo. Procurando saborear las cosas. Como cuando era joven y me compraba un disco y lo escuchaba durante meses hasta tener dinero para comprar otro.

Eran otros tiempos, claro.

Y resulta que hacía años que yo no confiaba en Metallica, pero tenía por aquí su último álbum “Death Magnetic”, que ya no es tan nuevo, y he de decir que debo haberlo escuchado unas 15 veces en 48 horas.

Y me gusta mucho.

Buenos temas: “That Was Just Your Life”, “The End Of The Line”, “The Day That Never Comes”, “The Unforgiven III” y “All Nightmare Long”.

Me ha recordado a cuando descubrimos a Metallica (en nuestras manos cayó “Ride The Lightning” y no sabíamos dónde meternos, aquello era el fin del mundo!!!!...sigue siendo mi disco favorito de ellos) o a cuando los vi (Estadio Olímpico de Barna, en 1991, teloneando a AC/DC), y he pensado en cómo ha cambiado todo.

Éste era un grupo totalmente underground de un movimiento musical tan underground y subversivo como ellos, el Trash Metal.

Ves las carpetas de sus dos primeros discos y ves a unos críos con granos que podían ser de tu pandilla.

Pero todo ha cambiado mucho.

Y he pensado que quizá ya no vuelva a disfrutar más de ellos en directo, sobre todo si siguen actuando en exclusiva en festivales como el Rock In Rio.

Y he maldecido el Rock In Rio y su mezcla insultante de estilos y su ciudad del ocio y el consumo masivo.

Y Evaristo ha venido al rescate y he cantado:

“Duro inconformista sin civilizar,
ven a nuestros brazos, déjate domar.
Si eres joven y rebelde,
Coca Cola te comprende.”