jueves, 28 de octubre de 2010

Hiatt Asalta El Fortín Del Esnobismo

Anoche estuve de concierto.

De esos conciertos a los que vas porque sabes que el artista o grupo en cuestión es de los que merece la pena, de los que tienes que ver si tienes oportunidad. De los que aunque no conozcas apenas su obra sabes que vas a disfrutar, porque llega un momento en que uno reconoce al buen músico, al buen artista sin necesidad de profundizar en toda su carrera.

Yo soy un profano en la obra de Hiatt. Conocía algún tema, pero nunca he tenido discos de él.

Así que si esperan que esta breve reseña está llena de datos acerca de los temas que interpretó John, se van a llevar una gran desilusión.

Yo he venido a hablar de algunas sensaciones.

Y les aseguro que Hiatt transmite muchas sensaciones en directo. Acompañado de tres estupendo músicos, de sus guitarras (me gustaba especialmente cuando cogía la Telecaster) y de una magnífica voz. Va sobrado de voz. Al principio dudé un segundo porque parecía que no llegaba a algunas notas pero, afortunadamente, fue un espejismo y estuvo a una gran altura durante las dos horas aproximadamente que duró el espectáculo.

A veces country, a veces blues…pero siempre controlando cada estilo al que se enfrentaba, con esa actitud de maestro y de estar de vuelta de todo, pero sin arrogancias. Agradecido con la gente y, sobretodo, disfrutando sobre el escenario.

Hablemos de la sala. La sala apesta. Es bonita, suena bien (aunque yo le habría subido un poco la voz a John), pero apesta. La Joy Eslava ésta es uno de los garitos más pijos de Madrid. En sus aseos Guti seguro que ha fornicado en más de una ocasión.

Está llena de gorilas con chaqueta y pinganillo que me dan miedo. No sé qué hace un ejército de brutos de éstos en un concierto de Hiatt o de muchos otros artistas. Ellos son mucho más peligrosos que cualquier rockero que va a un espectáculo de este tipo un miércoles noche cualquiera.

Y, por cierto, el garito estaba lleno. Estaba yo al lado de Hendrik Roever de Del Tonos (que debe medir 40 pies) y también reconocí a uno de Los Secretos y la gente cantaba las canciones de John y creo que todo el mundo salió más que satisfecho.

Y doy gracias a Encar por haberme sorprendido con este hermoso regalo.

lunes, 25 de octubre de 2010

Hace 1.000.000 De Años

Miércoles 5 de Diciembre de 1990. Tengo 19 años. Estoy con mi colega Piñeiro sentado en el suelo de una gasolinera. Bebemos cerveza en formato litro. Estamos los dos viendo como una estrambótica procesión de individuos van, vienen, gritan, se ríen, hacen el loco, o simplemente se dirigen, generalmente en grupos, hacia una discoteca que hay en este lugar que podría ser el cruce de la 61 con la 49, y donde bien podríamos haber pillado a Robert Johnson cerrando su pacto con Belcebú unas décadas antes.

Pero no. Lo que nos trae aquí es una banda neoyorkina que se hacen llamar The Ramones. Nos encantan. Nos gustan con locura. Piñe es más punk que yo y odia el heavy. A mí me gustan muchas cosas heavies, pero adoro el punk también. Los dos queremos ver a este grupo. Como no conocemos a nadie más que quisiera venir al concierto y no tenemos coche, nos hemos venido en bus desde Cartagena hasta el Cruce Del Raal, donde se encuentra la discoteca Snoopy, extraño lugar para presenciar una descarga ramoniana.

La fauna es de todos los colores. Punks, heavies…hasta rapados se ven por aquí. En los 80´s y 90´s el tema de las tribus estaba mucho más definido que actualmente. Como estamos solos, y aunque aún falta bastante tiempo para el comienzo del concierto, decidimos entrar en la sala. Cuando entramos, la sala está bastante vacía. No es raro, pues falta más de media hora para que sea la hora de comienzo oficial. En estos años, los retrasos en los conciertos es el pan nuestro de cada día, y la gente se lo toma con calma.

Pero los acontecimientos se precipitan y, de repente, se apagan las luces y se oye un “One, two, three, four..." y sí, ahí están los Ramones, sobre las tablas.

El concierto es muy corto, como de unos 45 minutos, si mal no recuerdo. Es la gira de “Brain Drain”. Muy intenso, pero corto. Y lo que es peor, se ha quedado un montón de gente fuera, pues no les ha dado tiempo a entrar. Cuando salimos del local parece que, en efecto, al Cruce ha llegado Satanás. Coches quemados, sirenas de la policía, gente destrozando cosas…eran tiempos en los que el Rock And Roll seguía siendo altamente peligroso.

Aquella noche terminaríamos durmiendo en la Estación de Autobuses de Murcia.
Lo habíamos logrado.

Septiembre de 1992.
Me eché una novia y me fui a vivir a Madrid con ella. Sin trabajo y sin nada que hacer durante el día. En realidad fue el principio de nuestro fin. Pero esa noche tocan The Ramones en la Sala Canciller. No tenemos dinero para ir a verlos. La noche anterior pillamos a un tío empapelando la Calle Princesa con posters del concierto. Nos regala unos carteles de un concierto al que no podremos ir.

Por la mañana holgazaneamos por la parte de los Cines Renoir.
Miro al suelo y veo un papel doblado.
Sus dibujos me resultan familiares.
En efecto, es un billete de 5.000 pesetas.
Dinero!!! Qué hacer???
La entrada vale unas 2.800 pesetas cada una. ¿Lo guardamos porque nos hará falta o lo gastamos y nos vamos a ver a los Ramones? No tardamos ni 10 segundos en tomar camino hacia Madrid Rock.

Hay que sacar la entrada y hay que hacerlo ya. Llegamos a la altura de la tienda de discos. Aparece una furgoneta blanca con los cristales oscuros. De ella salen los Ramones que, resulta, van a firmar en la tienda.

Esto no puede ser verdad.

Mi acompañante, aficionada a la fotografía, siempre lleva su cámara. En aquella época no había digitales, claro. Ni móviles.

Guardamos cola.
Sacamos la entrada.
Guardamos cola de nuevo.
Nos firman las entradas y nos hacemos fotos con ellos.
Compro un vinilo de "Mondo Bizarro", el disco del momento, que le llevaré a mi amigo Piñeiro, también firmado.

Esa noche estuvimos en el concierto en la Canciller. Después estuvimos por Malasaña en el Nueva Visión, cuyo dueño llevó a firmar tantos singles al grupo que los miembros de la banda miraron extrañados todo ese material asombroso y sorprendente incluso para ellos.

Dos fechas históricas en mi pequeño bagaje rockero...y ya hace 20 años de la primera de ellas.

El otro día veíamos en casa Encar, Piñeiro y yo el vídeo de la historia del grupo.

Joey, Dee Dee, Johnny...todos han muerto.

Y me puse a hacer memoria.

Y cuando hago memoria, a veces me da escalofríos pensar en eso que llaman paso del tiempo.

martes, 19 de octubre de 2010

Cosas Que Los Nietos Deberían Saber

Mark Oliver Everett, mejor conocido como Mr. E o simplemente E, es el líder de la banda Eels. Cuentan que le puso ese nombre a la banda para que apareciese en los cajones de las tiendas de discos en primer lugar de la letra E. Pero se le olvidó que existe un grupo de "cierto renombre" llamado Eagles.

Entre los años 1996 y 1998, mueren su padre (él lo encontró muerto e intentó reanimarlo. Mr. E afirma que es la única ocasión en la que tuvo contacto físico con él, salvo alguna quemadura de su cigarrillo ocasionada cuando se cruzaban en el estrecho pasillo de su casa), su madre (cáncer terminal) y se suicida su hermana.

Ante este desolador panorama, E decide escribir un libro sobre su vida, pues calcula que con estos antecedentes ya ha pasado el ecuador de la misma cuando tiene unos 40, así que tiene que actuar rápido.

Nos cuenta que su padre era un destacado científico que desarrolló en el campo de la física cuántica la Teoría Sobre Los Universos Paralelos (dice que incluso se carteaba con Albert Einstein cuando tenía 13 años) con el que no cruzó más de 100 frases en su vida. Su hermana una suicida potencial…hasta que dejó ser potencial. En fin, una situación nada alentadora que solo hace crecer y crecer la fama de maldito de Mr E (visitó la casa de Johnny Cash y ésta ardió poco después...su prima Jeniffer, que era azafata, le mandó una postal desde un aeropuerto diciéndole que la vida es fabulosa…eso fue un 11 de Septiembre, y ese avión acabó estampado contra el Pentágono).

Se trata, pues, de una singular biografía muy ágil de leer, directa, tremendamente emotiva, muy bien escrita y realmente entretenida tanto para el interesado en los personajes extraños pero sobrados de carisma, como para el lector curioso sin más.

Han definido este libro como el primer libro de autoayuda que no intenta ayudar a nadie. Y Pete Townshend dice que es uno de los mejores libros escritos jamás por un artista, pero creo que podemos recurrir al planteamiento que el mismo Mr E nos dará para hacernos una idea de cómo es el libro:

“De pequeño siempre era el último o el penúltimo en ser escogido en los equipos…ahora soy un hombre adulto que pasa la segunda mitad de su primera crisis de la mediana edad oculto tras guardias de seguridad que intentan protegerle durante sus conciertos del acosador desquiciado de turno. ¿Cómo he llegado hasta aquí?”



Cosas Que Los Nietos Deberían Saber (Things The Grandchildren Should Know, 2008).
Mark Oliver Everett

lunes, 18 de octubre de 2010

...Y Salen Los Lobos

El otro día rescaté el ...And Out Come The Wolves de Rancid.

Realmente fue a raiz de verlos aparecer en el video clip de Joe Strummer que adjunté en mi anterior post.

Este disco es del 95, y recuerdo perfectamente que me lo escuché una y otra vez durante meses. Punk genuinamente yankee, con melodías pegadizas, trallazos hardcore y grandes dosis de ska y reggae.

En él veía un montón de canciones que eran singles potenciales: The 11th Murder, Roots Radicals, Time Bomb, Olyimpia WA, Junkie Man o Rudy Soho son buenos ejemplos de lo que digo, ya que el álbum tiene hasta 19 temas, que la mayoría no pasa de los 3 minutos, y que forman todo lo que tiene que ser un disco punk fresco y directo, como es este ...And Out Come The Wolves.

Y me gustó mucho que tras estar años sin volver a catarlo, me siguiera sonando tan bien. Iba de viaje en autobús y me sorprendí a mi mismo intentando darle más volumen al IPod y tarareando cada uno de los estribillos.

Ni que decir tiene que es mi disco favorito de la banda, pero también quiero añadir que es uno de mis favoritos de esa década. Está claro que musicalmente no puede competir con ninguna de las obras maestras que sacaron The Black Crowes en esos años, por poner un ejemplo, pero en su estilo se trata de un gran disco, que podría rivalizar con muchos de The Ramones, Dead Kennedys o de otras bandas de referencia del punk americano.

Leo con curiosidad que el disco fue oro en el 96 y que luego fue platino en el 2004. También que el título del disco viene a cuento porque salen de una multinacional y fichan por una independiente para poder editarlo y que su compromiso con diferentes causas es real.

En fin, que da gusto rescatar discos y disfrutarlos tanto como lo hacías hace años. Aunque éstos no figuren cuando algún crítico haga una lista de lo mejor de una década.

miércoles, 13 de octubre de 2010

El Futuro No Está Escrito

Este viernes pasado dieron en La 2 el documental Joe Strummer: The Future Is Unwritten, de Julian Temple.

Lo pillamos ya empezado, pero nos quedamos Encar y yo viéndolo hasta el final. Tenía muchas ganas de hincarle el diente, pues Strummer es, sin duda, una de mis figuras favoritas de la historia de la música. Él y su Telecaster me acompañarán siempre. Y no solo por su obra, sino por lo que he podido ir conociendo de su forma de ser.

En el documental hay mucho material extraño y fascinante de The Clash y parece ser que el mismo Strummer comenzó este proyecto con Temple. Su voz sonará habitualmente durante todo el metraje. Es curiosa la manera de presentar los testimonios de muchos de los que le conocieron. Se trata de ponerlos alrededor de una hoguera y que cuenten cosas sobre su relación con él con la ciudad de turno de fondo. Podremos ver a tipos tan interesantes como Johnny Depp, Steve Buscemi, John Cusack o Jim Jarmusch, entre otros muchos, hablando sobre Strummer.

Eché en falta referencias amplias sobre sus estancias en España, especialmente en Madrid y en Granada, codeándose con los 091, con Santiago Auserón o con Julián Hernández, entre muchos otros.

También tenía entendido que le gustaba comprar coches viejos y arreglarlos con Brian Setzer, pero de esto tampoco dijeron nada.

Precisamente uno de sus amigos españoles escribía hace ya unos años en un foro multitud de anécdotas sobre Joe Strummer. Ahí se podía leer cosas asombrosas, pero me voy a quedar con esta anécdota que me hizo muy feliz leer en su día. Pido permiso al autor por copiar su escrito pero, habiendo sido publicado en un foro, imagino que no habrá problemas por propagar lo escrito un poco más. Y dejo el enlace del enorme post por si alguien quiere visitarlo.

Sin más, decirles que Strummer es y será uno de los más grandes y en una ocasión en la que le dije a Fermín Muguruza que él había sido una fuerte inspiración en mi vida, me contestó que no tenía derecho a decirle eso, que si él le dijese lo mismo a Joe Strummer seguro que éste no se sentiría cómodo. Y creo que tenía toda la razón.

Ésta es la anécdota:

Fabrizzi era un músico vagabundo, un acordeonista increí­ble, excepcional. Un tipo con los ojos como Martin Feldman (el de "El jovencito Frankenstein") que se ganaba la vida tocando el acordeón, por unas monedas, en la calle Zacatí­n, de Granada. Era un "homeless" que interpretaba al acordeón música clásica (Tchaikovsky, Mozart, Beethoven), tangos, canciones pop... lo que fuera... con una maestrí­a increí­ble. Un músico excepcional (De hecho, Enrique Morente y yo lo estuvimos buscando para que tocase el acordeón en 'Omega').

Yo habí­a conocido a Fabrizzi unos meses antes, en la calle Zacatí­n. Habí­a oí­do una música buení­sima desde lejos y, conforme me acercaba, descubrí­ que era un acordeonista callejero. Era la hostia.

Me quedé escuchándolo al menos media hora, echándole monedas y aplaudiendo con cada nueva cosa que tocaba. Al final, cuando ya el grupo de gente que se habí­a congregado a su alrededor se habí­a dispersado, yo seguí­a allí­, todo embelesado.

Le dije: ¿Cómo te llamas, tí­o?

Me dijo: Me llamo Juan Carlos, pero todo el mundo me llama Fabrizzi.

Le dije: Pues eres la hostia. De verdad.

Me dijo: Tú debes ser músico.

Le dije: Sí­. Y estoy asombrado. ¿Cómo consigues tocar a Tchaikovsky de esa manera? Estoy alucinado.

Me dijo: Tchaikovsky no es tan complicado. Lo difí­cil son los Clash y los Rolling Stones.

Le dije: No me jodas. ¿Conoces a los Clash?

Me respondió: ¿Los Clash? Son mi grupo favorito.

Y empezó a tocar "Jimmy Jazz".

Le dije a Fabrizzi: "Recoge: Te invito a lo que quieras".

Nos fuimos a un bar, bebimos cervezas (yo coca-colas) y hablamos larguí­simamente sobre los Clash. Nos despedimos una hora después como absolutos colegas. Yo, a partir de ese dí­a, trataba de pasarme por la calle Zacatí­n para oí­rlo, él para pedirme que le contara historias de Joe Strummer o para que me contara que lo habí­an contratado como músico en una obra de teatro. Así­ habí­amos seguido durante seis meses...

Y bueno, aquel dí­a, en el Campo del Prí­ncipe, mientras Joe está diciéndome lo jodido que está, aparece Fabrizzi con su acordeón.

Lo veo de lejos. Le hago un gesto. Me ve de lejos y se acerca, sin dejar de tocar, hasta nuestra mesa.

Y esta escena es la hostia. Uno de los momentos más acojonantes de mi vida. Majestuoso.

Fabrizzi llega a nuestra mesa con el acordeón a cuestas. Le digo a Fabrizzi: "Fabrizzi, éste tí­o de aquí­ es Joe Strummer".

Fabrizzi lo mira. Me mira a mí­. Me dice: "No. Ese no es Joe Strummer".

Joe se vuelve hacia él, y le dice en español: "Si, yo soy Joe Strummer, señor".

Fabrizzi le dice: "Tú no eres Joe Strummer. Tú te pareces a Joe Strummer. Pero no eres Joe Strummer".

Joe me pide que traduzca lo que ha dicho Fabrizzi. Se lo traduzco.

Joe se enfada: "Of course I'm Joe Strummer!".

"Tú no eres Joe Strummer", le dice Fabrizzi con toda tranquilidad.

Joe se levanta de su silla. "¡Sí­ soy Joe Strummer!", dice en español.

Fabrizzi, tan vagabundo, con sus ojos a lo Martin Feldman, sonrí­e como los vagabundos que han visto de todo y han oí­do de todo en este mundo. Vuelve a decirle: "Que no, que no eres Joe Strummer. Yo conozco a Joe Strummer y es mucho más alto que tú".

Joe me pide traducción. Traduzco.

Y Fabrizzi le espeta entonces: "Si eres Joe Strummer, canta esto".

Y se pone a tocar "Jimmy Jazz".

Y cuando Joe Strummer escucha que un músico callejero está tocando en un acordeón "Jimmy Jazz", que le dice en su cara que no es Joe Strummer, y que el músico callejero está tocando su canción... Joe... Ese Joe Strummer, se va a su lado y, como otro músico callejero, se pone a cantar "Jimmy Jazz" con la voz de Joe Strummer. Y los dos músicos se miran. Y Fabrizzi toca de la hostia y Joe Strummer canta de la hostia.

Putos músicos los dos, como si estuvieran tocando en el metro de Madrid.

Y Joe cantando con lágrimas en los ojos. El dí­a de su cumpleaños se va a Granada y se encuentra a un músico vagabundo que toca sus canciones por la calle para ganarse la vida, que le niega el derecho a ser Joe Strummer, pero que se sabe sus canciones.

Terminan el "Jimmy Jazz" y Fabrizzi le dice: "Bueno, la voz se parece bastante. Pero, si quieres, probamos con 'London Calling'".

Fabrizzi me dice luego: "Dile que sí­, que es Joe Strummer".

Se lo traduzco a Joe, al que le caen los lagrimones por toda la cara.

"El mejor cumpleaños de mi vida", dice Joe. "El mejor cumpleaños de mi vida".

Para colmo, se acercan a nuestra mesa unos turistas ingleses, y le echan unas monedas a Joe: "Brilliant, really brilliant. You both sound exactly as The Clash".


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