jueves, 26 de marzo de 2009
La Conquista De La Pérfida Albión (I)
Para Encar y para mi, nuestro viaje comenzaba con el desplazamiento desde Madrid a Murcia, el miércoles día 18 de Marzo de 2009. Aquel viaje no estuvo mal. Unos cientos de kilómetros, una cantidad importante de vehículos, debido al comienzo del puente, inmejorable compañía y nervios por la proximidad del viaje.
Llegamos a Murcia y Encar terminó de preparar su maleta.
Aquella noche nos acostamos tarde y dormimos muy poco. Fue una especie de señal premonitoria de lo poco que dormiríamos en los días siguientes.
El despertador sonó a eso de las 6 y poco. Nos duchamos y a las 7:00 ya estaba llamando Miguel a nuestra puerta. Cuando bajamos, su cara demostraba que era cierto que había estado en un cumpleaños la noche anterior y que esas no eran las mejores condiciones para emprender un viaje. Pero bueno, no se pueden pedir peras al olmo. Ni se debe, qué diablos!
Enseguida nos pusimos en marcha y fuimos a por Oscar y Alicia a su casa. Nos esperaban en la calle y pude observar los efectos de la acción de algún aburrido que se había dedicado a tirar al suelo todas las motos de la manzana la noche anterior.
Por fin nos pusimos en marcha rumbo al El Altet, el aeropuerto de Alicante. Durante el trayecto estuvimos tratando el tema de los aditivos (según Wikipedia, un aditivo alimentario es toda sustancia que, sin constituir por sí misma un alimento ni poseer valor nutritivo, se agrega intencionadamente a los alimentos y bebidas en cantidades mínimas con objeto de modificar sus caracteres organolépticos o facilitar o mejorar su proceso de elaboración o conservación). Consideren el tabaco como alimento y sabrán de qué carajo estoy hablando. Los tres muchachos llevábamos algo de este aditivo y a ver cómo lo íbamos a pasar por la seguridad del aeropuerto sin terminar con nuestros huesos en chirona. Y la verdad es que lo que nos encontramos en el puesto de control fue a dos empleados del aeropuerto con más sueño que nosotros. A mí me registraron vagamente, y dieron por hecho que eran las cremalleras de mis pantalones las que hacían saltar las alarmas del detector de metales.
Tras este mínimo incidente, procedemos a entrar en el avión. Y no me pregunten cómo, pero fuimos los primeros en llegar al aeropuerto, pero los últimos en entrar en el avión y, claro, quedamos algo desperdigados. El vuelo era de Ryanair, una de estas líneas baratas que tanto abundan en los últimos tiempos. Y ese abaratamiento de costes se basa en meter a mucha gente en poco espacio y en cobrar a precio de oro cualquier refrigerio que decidas tomar durante el vuelo. Y así íbamos, todos apiñados metidos en un cacharro de acero que debe pesar toneladas y que, sin embargo, es capaz de elevarse. Yo no lo entiendo aún.
Un par de horas y pico después, aterrizamos por fin en Gatwick. No vimos mucho del aeropuerto, pero tiene pinta de ser más grande que algunas capitales de provincia castellanas.
Allí cogimos un tren que nos llevaría a la estación de Tower London. Uno de mis sueños se había cumplido: había probado el poder del ferrocarril inglés, el pionero de los pioneros. Y este tema, y un sentido homenaje verbal a Watt y su máquina de vapor, sirvió para entretenernos durante el trayecto. Un trayecto que, lejos de ser bonito, era un poco deprimente. Huertos un tanto chapuceros, basura y casas viejas, aunque conservaban más o menos ese estilo inglés que tantas veces hemos visto en postales o en teleseries de la BBC.
Tras media hora aproximadamente, llegamos a la Estación de London Bridge. Allí, además de un montón de gente, nos recibiría un cartel gigante de Iggy Pop anunciando seguros para coches. Prometí hacerme una foto con tan…tan…tan “interesante” anuncio de fondo, y así lo hice.
Nada más llegar nos dirigimos a la casa que habíamos alquilado. Se podía ir andando desde la estación, y solamente estaba a unos 12 minutos.
La casa no estaba mal. Cumplía las expectativas que habíamos depositado en ella, pero nos encontramos un par de desagradables sorpresas que condicionaron, al menos a parte de nosotros, el viaje. La primera es que el sofá donde nos tocaba dormir a Encar y a mí, y la cama de Miguel, eran más duros que el fin de mes. Además de esto, los ingleses parecen tener la fea costumbre de no poner persianas en sus casas (imaginamos que para acaparar el máximo sol posible) y eso hace que a las 5 y media de la mañana ya entre una luz de la ostia, porque encima amanece mucho antes que aquí. Total; que los tres que dormíamos en el salón apenas lo hicimos durante el viaje.
Unas pocas horas después, volvimos a la estación a por Toñi y Pichón, que llegaban en vuelo desde Barcelona.
Y aún tuvimos tiempo ese día de salir de excursión y vimos Tower Bridge (muy guapo), Tower Hill (donde guardan las joyas de la Corona; un fortín que debería ser asaltado ya mismo), la Catedral de St. Paul (bonita cúpula, sí señor), Millenium Bridge (algo más moderno que los anteriores edificios), Tate Modern (que no me acuerdo qué es, creo que una sala de exposiciones o algo así) y el Teatro Shakespeare.
Mi primera impresión de la ciudad no fue demasiado positiva. Ese aire de postal no terminaba de convencerme. Afortunadamente, esa misma noche encontramos el Horseshoe Inn, que lo rebautizamos como el Pub Nuestro de Cada Día. Allí cenamos y nos tomamos unas pintas a nuestra salud, y empezamos a juguetear con la máquina de poner música. Cayeron desde Hendrix hasta The Black Crowes, pasando por Bowie, Doors, Smiths, Beatles, Stones, Waits…incluso Iron Maiden!!!!!
De allí a casa, con la ilusión del montón de días que aún nos quedaban para intentar conquistar la Pérfida Albión.
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grande que vuelva a cabalgar por las estepas blogueras, nen! yo empecé uno de cuentos pero también lo dejé colgado... por si quiere leer algunos de los mejores cuentos jamás escritos: http://loscuentosdelfrancotirador.blogia.com/
ResponderEliminarpor cierto, qué hacía escuchando el maldito organillo de los doors en londres? jejeje!
abrazo!
Hombre!
ResponderEliminarEl autor de Drácula de Nazareth!!!
Es un honor!
Se sorprendería usted de lo que cambió mi opinión sobre The Doors desde que mi amigo MIG*21 me regaló su discografía en formato vinílico.
Por cierto…tenemos curro ya?
no se emocione porque el autor de tan magna obra deje un comentario en su blog, a veces me gusta bajar a la tierra a ver qué hacen los mortales, jejeje!
ResponderEliminartenía mis dudas de que fuera a llegar en breve el apocalípsis, pero si me dice que ahora le gusta el organillo de manzarek es sin duda una señal de que el fin está cerca... por cierto, a mi alguien me regala la discografía de los doors en vinilo y le pongo su nombre a mi primogénito, nen!
tema curro: no hay novedad, sigo buscando (puse un post en lost boys y nadie sabé ná de curro, pero al menos ha sido guapo reencontrarse con la peña...).
abrazo!
sergi