
Y llegamos a la última jornada del festival. Es sábado, y empiezo a notar el cansancio. No olviden este comentario, porque será determinante para hacerse una idea de cómo fue el final del festival.
Nuestra día empieza como de costumbre; copioso desayuno que termina en las primeras cañas del día, para luego dirigirnos a la plaza a ver el concierto gratis del día, en este caso Mike Farris & The Roseland Rhythm Revue. El ambiente en la plaza es mejor que el del día anterior, y hemos vuelto a hacernos fuertes en el mismo bar. Además, he quedado con Manel para vernos, pero ese encuentro nunca se produciría.
Comienza el concierto y nos acercamos al escenario. El sonido no hace justicia en absoluto a lo que se está desarrollando sobre las tablas. Así que Encar y yo nos decidimos a acercarnos un poco más para, de paso, hacer unas fotos. Mike sigue cantando como nadie. Les recuerdo que a este tipo lo vi hace unos años en la Sala Sol en una gira en la que no trajo ni guitarra. De hecho, se la tenían que prestar en los lugares donde actuaba. Aquel concierto íntimo y especial es inolvidable. Ese mismo año, actuaba con su anterior banda (los malogrados Screaming Cheetah Wheelies) en el Azkena y hubo un problema serio de sonido que derivó en un momento increíble cuando Mike cantó a cappella y se pudo escuchar en toda Vitoria la poderosa garganta de nuestro simpático amigo. Después de aquello el grupo cayó en desgracia. Las pobres ventas y, seguramente, otras razones hicieron que se disolvieran. Se dice que Mike cayó en depresión y que después descubrió a Dios. Esta noticia creó desconcierto en la comunidad rockera, pero el resultado fue un increíble giro hacia el góspel que, al menos a mí, me parece muy acertado, aunque espero que no sea eterno y vuelva a rockear como antes.
Lo dicho, el concierto cumplió todas mis expectativas y creo que todo el mundo lo disfrutó mucho.
Después de esto, y sin haber conseguido ver a Manel finalmente, nos fuimos a comer a El 7 de nuevo y a beber de lo lindo, para volver a dormir una reparadora siesta que ya no fue suficiente para mí, pues me levanté cansado y ya continué cansado toda la noche. Que la edad no perdona, camaradas, y uno hace lo que puede, pero tres días de marcha es para gente más joven que yo.
En fin, llegamos al recinto a la hora que habíamos planeado, sabiendo que nos perdíamos a Reverendo Parker, Johnny Kaplan & Lazy Stars, Dan Auerbach, Woven Hand y The New Christs. Llegamos para ver de nuevo a Farris y su banda, y el show fue muy parecido al de la mañana, si bien los artistas parecían estar algo más enchufados y extasiados en algún momento. Lástima que un sonido más propio de Manowar que de ellos arruinase en parte la actuación, debido al despilfarro de decibelios. Pero fue una gran experiencia y un más que memorable espectáculo.
Después vendría Molly Hatchet. Yo llamaría a su propuesta Hard Rock Sureño, más que sureño a secas. El grupo con las portadas más feas de la historia fue, sin duda, uno de los triunfadores del festival, a pesar de que a nosotros no nos sedujeron nada. Solamente Bocinas se acercó de nuevo a verlos cuando se pusieron con el "Free Bird" de Lynyrd Skynyrd.
Después, y aprovechando la descarga de los Hatchet para descansar un poco, estuvimos viendo a The Soundtrack Of Our Lives. Una vez más, el sonido fue enemigo del grupo, pero pese a ello disfrutamos bastante de su actuación. El grupo le puso ganas, y hay que reconocer que me gustaron más en directo de lo que creía en un principio. Muy buen momento.
Pero llegados a este punto entré en la crisis de los 40. Así, de repente. Empecé a preguntarme qué hacía allí y porqué estaba tan fundido. Empecé a recordar cuando no me cansaba nunca de estar en festivales y celebrando la ceremonia del Rock And Roll. Empecé a ponerme de mal humor (no con nadie, solamente conmigo mismo) y a cagarme en el destino y en la Naturaleza, que nos hace viejos. Decidí que era hora de entrar en la crisis de los 40, y estaba tan jodido que quería entrar también en la de los 50.
A todo esto que empiezan a tocar Fun Lovin Crminals. Era la cuarta vez que los veía, y es la vez que mejor les encuentro, si exceptuamos esa primera ocasión maravillosa en la Sala Riviera. Pero tocaron muy poco tiempo. Quizá porque la mayoría de gente ya estaba ansiosa por ver a Alice Cooper. Yo también quería verlo, pero cuando empecé a entrar en calor con los FLC (el frío reinante tampoco me ayudó mucho en ese mal momento que estaba pasando), se acabó el concierto.
Así que salió Alice.
La respuesta del público fue inmediata, y el chasco, para mí, también. Un sonido ultraheavy (y que conste que sus primeros álbumes heavies eran de mi agrado) que, para mi gusto, solamente hacía que fastidiar las grandes canciones del Alice de los 70´s. Un espectáculo que quizá en otra época hubiera encontrado divertido, pero que me pareció de lo más ridículo. Tampoco ayuda mucho que las canciones no las toquen enteras, para meter más en el set list.Una banda de acompañamiento que parecían lo que eran; simples mercenarios que no aportaban nada más que seguir las instrucciones recibidas a pies juntillas.
A mí me decepcionó profundamente. Vi a Alice hará unos 10 años, con Dog´s D´Amour de teloneros, y me gustó mucho, pero en Gasteiz la cosa era muy diferente.
El caso es que durante la última canción ("Poison"), que era la que esperaba con ansias Bocinas, nos largamos del recinto.
Ya no les dimos oportunidad a Toy Dolls, grupo que tampoco es que me vuelva loco, pero que en un momento dado pueden divertirte un rato. Ya los había visto también y esa era una razón más para que mi prioridad fuera volver al hotel a acostar mi depresión. Hubo propuesta de copeo por la zona centro, pero yo no estaba para nada ni para nadie.
Así que nos fuimos al sobre.
A la mañana siguiente nos pusimos en marcha, había que regresar.
Los ánimos eran buenos, el no castigarnos demasiado la noche anterior ayudaba a ver los kilómetros que nos quedaban para regresar con cierto optimismo.
El viaje fue bien, y quedamos en Buitrago del Lozoya para que nos timaran comiendo carne cara y mala.
Y unos días después creo que he superado, en parte, la crisis.
Sin duda, el cansancio se apoderó de mí. Me he arrepentido de no aprovechar mejor ese último día, y está claro que mis compañeros de viaje tampoco estaban ya muy fiesteros, pero me da rabia no quedarme más tiempo el sábado.
En cualquier caso, creo que ha sido un buen festival y lo hemos pasado bastante bien.
A ver qué tal va la crisis de cara a volver el año que viene.
La vida dirá.